TRUMP Y EL JUEGO PRECURSOR
Nunca, como ahora, observadores y expertos de la Geopolítica Mundial, coinciden en que el ascenso de Trump al podio de los grandes mandatarios del Planeta, constituye una inequívoca señal de “mundo disparatado”.
Los próximos 100 días son definitivos para el futuro de la Gran Nación del Norte. Por primera vez un gobernante norteamericano se presenta descarnado ante la opinión pública, con una serie de iniciativas demencialmente razonables (según sus simpatizantes).
Al Presidente Trump, al parecer, no le importa lo que su gobierno hará con el resto del Planeta los próximos años: ¿un muro para aislarse de los mexicanos? ¿Ignorará el calentamiento global al que califica de ser un embeleco de los izquierdistas? ¿Detendrá el crecimiento poblacional de la China como lo ha insinuado reiteradamente, aunque esto atente contra la demanda futura de sus productos, bienes y servicios? ¿Consentirá y estimulará el consumismo global?
¿Tomará la región del Asia Pacífico como espacio de entrenamiento de misiles atómicos y tráfico de blancas? ¿Continuarán siendo reseñados los inmigrantes con un discreto logotipo acuñado en una de sus partes nobles?
Por ahora, sus orígenes y procedencia continúan en el entresijo: se dice descendiente de inmigrantes, un anglo sajón de pura cepa, de los mismos que llegaron al Canadá y al Norte de los EEUU olfateando la “fiebre del oro”.
Con todo esto el mundo se debate hoy en la mayor incertidumbre. El Vaticano, por el contrario, está conforme con el populismo conseguido por Trump y se muestra complacido por el creciente número de arrepentidos y creyentes que se agolpan en las distintas iglesias.
En este juego geopolítico prometió incrementar el pie de fuerza al interior de la nación, destruir definitivamente el Estado Islámico y derogar los acuerdos comerciales conseguidos por el expresidente Obama que, según dijo, dejaban maniatado al país. Prometió volver a ser la potencia militar y política que siempre fueron los EEUU.
Esto continuará… Amanecerá y veremos…